El régimen terrorista del 1%: entendiendo el fenómeno del fascismo
Jacksonville, FL – El mundo presenció en horror como la noche del 21 de julio, el multimillonario magnate de casinos Donald J. Trump, fue nominado oficialmente por el Partido Republicano como candidato a la presidencia.
La alarmante mezcla de populismo de derecha que posee Trump, ha provocado que muchos críticos de la izquierda, e incluso algunos sectores de la derecha, lo cataloguen como fascista. Es cierto que en la superficie existe bastante semejanza. Los llamados que ha hecho Trump para prohibir la inmigración musulmana, crear una base de datos de musulmanes en los EE.UU., e incluso realizar redadas de mezquitas, son políticas espantosamente similares a las que realizaron los Nazis contra los judíos en Alemania. Otras características como, la demagogia racista contra los latinos, el cínico populismo hacia la clase trabajadora, y la descarada violencia contra sus opositores en las manifestaciones de campaña, poseen una afinidad sorprendente a las tácticas empleadas por Mussolini y Hitler. Hasta sectores de la supremacía blanca y neo-fascistas han acudido en manada a apoyar a Trump, incluyendo el antiguo cabecilla del Ku Klux Klan David Duke. De hecho, Trump tiene guardado en su buró copias de los discursos de Hitler, según su ex-esposa, y utiliza citas de Mussolini para sus ofensivos comentarios en Twitter.
La mayoría de las personas conocen sobre los abominables crímenes cometidos por los fascistas del siglo XX. La palabra misma evoca imágenes de campos de concentración, dictadores, guerras y genocidio, convirtiéndola a la vez en un insulto político bastante efectivo para ser utilizado contra políticos coercitivos o políticas represivas. Sin embargo, alrededor de toda esta discusión de si Trump es o puede llegar a ser un fascista, todavía no se ha profundizado a la raíz de la pregunta: ¿Qué es el fascismo?
Para algunos, el fascismo no es más que una colección de características autoritarias como extremo nacionalismo, represión política, elecciones fraudulentas, etc. Otros se enfocan en los dictadores fascistas como Mussolini o Hitler, y en las multitudes de personas que los siguen, supuestamente por el carisma que poseen como líderes. Mientras que estas características si existen en los regímenes fascistas, fundamentalmente no explican nada, ya que todas estas practican también se pueden encontrar de cierta forma u otra en todos los países capitalistas, incluyendo los EE.UU.
Si queremos entender el fascismo, tenemos que ir más allá de los horrores superficiales. ¿Por qué existen estos regímenes? ¿Quiénes se benefician de ellos? ¿Y cuál es su relación con la “democracia” y el capitalismo?
Frecuentemente se dice que el fascismo es algo diferente y opuesto a las “democracias” como las de EE.UU. y Gran Bretaña, pero esto es simplemente falso. El estado – las leyes, instituciones gubernamentales, cortes, policía y ejército – existe para que una clase domine sobre otra y gobierne la sociedad. Bajo el sistema capitalista el estado es una dictadura de los bancos y corporaciones, quienes controlan la economía y explotan a la clase trabajadora para obtener sus ganancias. Esta dictadura capitalista puede tomar varias formas, desde el estado de bienestar (Suecia), la democracia liberal (EE.UU.), hasta la Alemania Nazi. Pero haya o no elecciones, todo estado capitalista es una dictadura de clase del 1%.
Los regímenes fascistas son también dictaduras de clase, controlados por el capitalismo monopólico, y no por un líder carismático todo poderoso. Sin embargo, a diferencia de otras formas de dictadura capitalista, estos imponen su dominio utilizando el terror y la violencia contra la clase trabajadora, el racismo extremo, y agresiones militares imperialistas contra naciones oprimidas. Dicho de forma simple, el fascismo es el régimen terrorista del 1%, por el 1% y para el 1%.
La clase dominante puede preferir un tipo de gobierno sobre otro, dependiendo del tiempo, lugar y condiciones. Lo mismo ocurre con el fascismo. Los países que se volvieron fascistas después de la Primera Guerra Mundial, experimentaron una profunda crisis económica y disturbios civiles masivos liderados por los trabajadores y campesinos. Los bancos y las grandes empresas vieron como sus ganancias disminuían debido al incremento de salarios, la inflación, y el uso de impuestos para el financiamiento de programas sociales. Sin embargo, para mantener su dominación, algo tenía que cambiar. Su máxima prioridad se convirtió en imponer medidas severas de austeridad sobre la clase trabajadora – prohibición de sindicatos, eliminación de leyes laborales, recortes de programas gubernamentales, etc. – a toda costa y como de lugar.
Es mucho más difícil que el l 1% imponga su agenda si los sindicatos, movimientos sociales y partidos de oposición tienen derechos legales para luchar y resistir. Pero dentro de un marco no democrático, la clase dominante puede simplemente destruir cualquier fuerza opositora e imponer su agenda sobre la clase trabajadora.
Por esta misma razón fue que las grandes empresas italianas planearon y financiaron la infame marcha de Mussolini sobre Roma en 1922, consolidando el poder fascista en Italia. De la misma forma, el presidente alemán Paul Von Hindenburg – otro político del 1% – nombró a Hitler como canciller en 1933, con el respaldo total de los sectores industriales y financieros de Alemania. En los dos casos, las clases dominantes evadieron el procedimiento electoral e instalaron el fascismo desde arriba.
La atracción de la clase capitalista monopólica con el fascismo, tiene que ver en parte con la capacidad que esta posee para movilizar una base masiva de simpatizantes en apoyo a sus programas. Es importante resaltar, que los movimientos fascistas nunca ganaron ningún apoyo importante de la clase trabajadora, a pesar de sus mejores esfuerzos. En cambio, su apoyo si provino de sectores de la clase media, como pequeños negociantes y profesionales desempleados. También estuvieron atraídos a la política fascista un gran segmento de antiguos militares, marcados por la guerra o desempleados, al igual que bandas criminales.
El fascismo pudo lograr todo esto presentándose como una alternativa radical, en contra de las normas establecidas y en veces hasta crítico de las grandes empresas. Aprovechó etapas de dificultad económica, prometiendo implementar nuevas y radicales soluciones, las cuales de hecho solo beneficiaron al 1%. Esa proyección populista del fascismo era completamente cínica, sin embargo, en tiempos de profunda crisis política y económica, como en el periodo de la Gran Depresión y posterior a la Primera Guerra Mundial, estos movimientos y partidos desviaron el descontento de la clase media, dirigiéndolo, no contra el sistema dominante, sino contra la clase trabajadora, sindicatos, pueblos y naciones oprimidas.
Utilizando su base, el fascismo se convierte en el ejército y fuerza de choque del capitalismo monopólico, para aterrorizar a la clase trabajadora. Después de la Primera Guerra Mundial, los trabajadores y campesinos italianos lanzaron una ola de huelgas y ocupaciones de fábricas y de tierras que desestabilizaron a la clase dominante. Este alzamiento revolucionario, conocido como bienio rojo, asustó tanto a los grandes terratenientes del sur, que contrataron a los paramilitares escuadrones de la muerte de Mussolini, los fasci di combattimento, para patrullar los campos y quemar pueblos, asesinar a militantes y revolucionarios, y aterrorizar a los campesinos. Los grandes industriales del norte, de igual modo aprovecharon y contrataron a las pandillas fascistas para romper huelgas, quemar los salones sindicales, cerrar periódicos, y destruir las sedes de los partidos socialistas y comunistas.
Lo mismo ocurrió en Alemania, donde los escuadrones Nazi se enfrentaron en las calles contra los comunistas y los trabajadores sindicalizados, mucho antes de que Hitler llegara al poder en 1933. De forma similar, en el sur de los EE.UU. los dueños de plantaciones reclutaron al Ku Klux Klan para reprimir a los Afroamericanos después de la derrota del programa radical de reconstrucción. Los métodos terroristas que utilizaron – linchamientos, falsos procesos jurídicos frente a jurados únicamente blancos, y el incendio de cruces – son bastante conocidos, aunque raramente los medios de comunicación en los EE.UU. clasifiquen al KKK como fascista.
Los sindicatos son de los primeros en ser atacados por el terror fascista. Las organizaciones de la clase obrera son atacadas en todos los países capitalistas, fascistas o no, porque representan una amenaza para las ganancias del 1% y su tiranía en los centros de trabajo. Por lo tanto, el fascismo utiliza la violencia y desmantela los sindicatos con el uso de la fuerza, en nombre de la clase dominante. Por ejemplo, los Nazis cerraron todos los sindicatos en Alemania en tan solo dos meses después de haber tomado el poder. Los escuadrones Nazi atacaron las oficinas y salones sindicales, confiscaron sus bienes y arrestaron a sus líderes. Trabajadores y comunistas militantes fueron torturados y ejecutados, y muchos fueron enviados a morir en los campos de concentración de Hitler.
Pese a que los movimientos fascistas desarrollaron un apoyo masivo de pequeños comerciantes y profesionales, estos mismos sectores fueron traicionados desde que los fascistas llegaron al poder. Ambos, Mussolini y Hitler, aseguraron la adquisición de los pequeños negocios por parte de las corporaciones, para así garantizar la consolidación de riquezas de la clase capitalista monopólica. En Alemania, los negocios judíos, particularmente los pequeños comercios, fueron las primeras víctimas de la monopolización Nazi, llevada a cabo tanto por decretos “legales” como por robo criminal. Mientras que los pequeños negocios alemanes inicialmente apoyaron estas medidas anti-semíticas para así eliminar la competencia, pronto estos también fueron absorbidos por los monopolios y sus riquezas distribuidas entre los grandes comercios y los oficiales Nazis.
El fascismo y la guerra son inseparables. Bajo el capitalismo monopólico, es decir imperialismo, el 1% domina a naciones enteras, explotando sus recursos y mano de obra barata por ganancias. Los conflictos militares, como la Primera Guerra Mundial, ocurren debido a la confrontación y rivalidad entre poderes imperiales por el control de las colonias. Después de la Primera Guerra Mundial, Italia y Alemania tenían menos colonias que los EE.UU., Gran Bretaña y Francia, y debido a que la mayor parte del mundo ya estaba colonizado, la única forma de poder expandir sus débiles imperios era a través de la guerra. Para este fin, el fascismo utilizó sus métodos de violencia y represión interna para movilizar al país hacia una agresiva expansión militar, guiado por los intereses del capitalismo monopólico.
Utilizando la ideología fascista y el chovinismo nacional como justificación, Hitler se dirigió hacia Europa Oriental y la Unión Soviética para obtener “lebensraum” o espacio vital, y expandir la colonización alemana. Inicialmente, la clase dominante de los EE.UU. y Gran Bretaña se mantuvieron modestamente neutrales hacia Hitler, esperando que este atacara primero al enemigo común, la Unión Soviética. Sin embargo, la guerra estalló entre las potencias imperiales cuando la Alemania Nazi anexó a Polonia y comenzó a expandirse hacia Europa Occidental.
La causa fundamental que dio origen a la Segunda Guerra Mundial, es la rivalidad imperialista por ganancias y colonias, y no un enfrentamiento entre la “democracia” estadounidense y la “tiranía” alemana. Todos los países imperialistas son controlados por los bancos y las corporaciones, y cuando emergen conflictos para determinar cuál puede explotar a otra nación, sus objetivos y metas no son tan diferentes como lo pintan las películas y los medios. Al fin y al cabo, Hitler baso sus planes genocidas en la exterminación de los pueblos indígenas de EE.UU., la cual se produjo dentro de una “democracia constitucional”.
El populismo de derecha y el racismo de Donald Trump, aunque en estos momentos no sea abiertamente fascista, representan una verdadera amenaza, no solo para el pueblo de los EE.UU. sino para el mundo. En su totalidad, la clase dominante todavía aun no apoya a Trump. Incluso, ni la campaña de Trump ha podido desarrollar una organización capaz de ganar las elecciones, ni mucho menos capaz de implementar un terror fascista. Mientras que los simpatizantes de Trump si han reaccionado de forma violenta contra sus opositores, todavía no se comparan a las atrocidades tan salvajes cometidas por los escuadrones de Mussoloni o Hitler.
Al analizar la historia del fascismo y el populismo racista de derecha que refleja Trump, debemos recordar que es el imperialismo, ya sea fascista o “democrático”, es la causa principal de las guerras y la pobreza que azotan al mundo. Fueron los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo que derrotaron al imperialismo fascista en la Segunda Guerra Mundial, y casi 70 años después, se necesitará nuevamente un frente unido de trabajadores y de los pueblos oprimidos de todas las naciones para derrotar al imperialismo y crear un mundo mejor.
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